Hace varios años un buen amigo me pidió organizar una aventura Africana de verdad! “off-road”. El vendría con su prometida (Kari), pero otros amigos y yo estábamos también invitados al viaje. Aventura, selva y buenos amigos: voy a organizar un viaje inolvidable, una experiencia de vida! eso me dije. Tomé extra esfuerzo en organizar un viaje salvaje, una aventura “pa hombres” que incluyó conducir a través de Namibia, Zambia y Botsuana. Escogí la ruta como la harían los locales, lejos de los caminos trillados.
Envié a mi amigo una lista de especificaciones, incluyendo una guía de empaque para su novia (tanto esfuerzo para nada, el señor olvidó pasar la lista a Kari!). Me di cuenta de que estábamos en problemas cuando pasé a recogerles al aeropuerto de Windhoek y Kari apareció en tacones y una flamante bolsa. Encantado de conocerla le dije (tratando de no halarme los moños!)
La aventura empezó justo al día siguiente: mientras acomodábamos nuestras caravanas en el lugar de acampar, Kari salió de la nada corriendo…había dejado su maleta abierta a los pies de un lindo y acogedor árbol (pensó ella) y una tropa de monos se llevo su ropa interior…
Luego de días de conducir solo por caminos rurales, a través de vías de arenas que a veces hundían nuestros 4×4 (mientras búfalos bloqueaban el paso), Kari –su ultimo baño hacía dos días-, no nos dirigía la palabra.
A finales del viaje la pobre había llorado, reído y desesperado. Pero de igual manera, la increíble belleza, paz y singularidad de lo vivido fue penetrándole en la piel. A la fecha, siempre que nos encontramos me abraza y me dice: odio admitirlo pero ese ha sido uno de los mejores viajes de mi vida.